domingo, 30 de mayo de 2010

No mires atrás

Llevaba horas corriendo, aunque le parecían días. No recordaba que iba descalza y los pies le sangraban por las ramas que había pisado en su huida. No sentía el frío aire clavarse en sus pulmones como pequeños cristales cada vez que respiraba. En verdad, sabía que ya nadie la seguía, pero si paraba de correr, no podría volver a moverse.

Sin embargo, de pronto, se detuvo. Miró atentamente a su alrededor y cerró la boca, conteniendo la respiración para poder escuchar el sonido de pasos tras ella. Nada. El fuerte latir de su corazón era el único ruido que perturbaba la paz de ese bosque. Observó lo que parecía una zanja a escasos metros de donde estaba ella. Se fue acercando lentamente, mientras sentía el crujir de las hojas bajo sus pies. Se detuvo justo al borde del terraplén.

Decenas, puede que cientos de cuerpos desnudos yacían muertos y blancos por la cal. Algunos estaban abrazados porque serían familiares. Puede que aún hubiese supervivientes, pero no se oía ningún gemido o el movimiento de alguien desesperado por salir de esa tumba de carne y huesos. Miró con detenimiento cada una de esas caras aterradas, por si reconocía a alguno o por si tenía que contar lo que había visto en algún momento, si todo acababa y la gente quería saber la verdad.

Entonces sintió todo el cansancio y el dolor sobre ella como si fueran toneladas y cayó al suelo de rodillas. Se tapó los ojos mientras lloraba amargamente. Sin darse cuenta, en un acto instintivo, juntó la manos y alzó su mirada al cielo para dar gracias por estar allí, por estar viva, a un Dios que parecía haberles abandonado.

1 comentario:

  1. ¿Esto lo había leído yo antes? Es que el título me suena un huevo, pero el contenido no.

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