domingo, 30 de mayo de 2010

Falsos perdones

Pidió perdón por no haber escuchado su grito silencioso que pedía ayuda. Por no haberse dado cuenta de esa mirada vacía, pero llena de sufrimiento. Sin embargo, era un perdón poco sincero porque estaba lleno de los típicos peros. Se excusaba por la falta de tiempo que le había impedido poder hablar más con él, darle un abrazo o decir un simple te quiero. Pequeños gestos que podrían haberle recordado que era alguien importante, al menos, para otra persona. Un signo que calmase un poco su dolor.

Pese a todo, la iglesia se llenaría de coronas de flores con falsos mensajes como: "Tus amigos no te olvidan". Y sus familiares escribirían en su lápida algo parecido a: "Amado hijo y hermano. Tu familia siempre te recordará". Pero, ¿y si fueran sinceros de verdad? ¿Si clamasen su culpa a voz en grito? Entonces esculpirían en la fría roca: "Aquí fallece la consecuencia de nuestra indiferencia hacia el dolor ajeno".

1 comentario:

  1. Bueno, tampoco creo que se pueda culpabilizar a los demás de un suicidio. Cada cual es responsable de su propia vida y si alguien decide acabar con su sufrimiento por la vía rápida es sólo y exclusivamente porque él lo ha querido así. A veces, lo importante no es la indiferencia de los demás, sino cómo asimilamos esa indiferencia y qué hacemos con el dolor que la misma nos provoca y eso es algo que depende de nosotros mismos y de nadie más.

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