miércoles, 4 de mayo de 2011

Hombres de barro

Se giró sobre su costado y apoyó su cabeza sobre la mano derecha. Le contempló en toda su desnudez y se preguntó por qué le había vuelto a dejar entrar en su casa y en su vida. Se dio asco a sí misma. Empezó a concentrar todo su odio sobre él en un intento en vano de hacerle desaparecer y que se llevara con él todo el daño que le había hecho.

Se incorporó con suavidad para no despertarle y sintió el frío recorriendo su cuerpo. Era un frío que se había adherido a ella como si siempre hubiese estado ahí. Puede que él lo trajera consigo y se lo introdujera dentro para que jamás olvidara esa sensación que sólo él era capaz de producirle. Se cubrió con una fina bata y se sentó en el sillón frente a la cama. Volvió a odiarse y apretó fuerte los ojos para que todas sus fuerzas le destruyeran.

Se levantó asqueada y algo superior a todo lo que había sentido a lo largo de su existencia se apoderó de ella. Sin darse cuenta, arrancó el teléfono y lo tiró con todas sus fuerzas sobre él. Se despertó sobresaltado, pensando que el techo se le caía encima o algo similar. No fue capaz de reaccionar cuando ella se abalanzó sobre él.

Sus manos se aferraron fuertes a su cuello y sus piernas empezaron a apretarle las costillas como si de un cascanueces se tratara. La golpeaba sin cesar en su semidesnudez, pero no servía de nada. Ella veía su cara enrojecer y apretaba con más fuerza. No sentía los golpes sobre ella. Hacía mucho tiempo que había dejado de sentirlos. No era capaz de amar ni de odiar de verdad a nadie más que a él.

Su cuerpo se fue aflojando hasta convertirse en una masa inerte bajo ella. Sus manos fueron soltándose poco a poco y se levantó. Se vistió lentamente y volvió al sillón desde el que le había estado contemplando. Fumó un cigarro tras otro esperando a que llegara la policía.

Cuando le pusieron las esposas y la llevaron hacia la puerta, se giró lentamente sobre ella para contemplar el cuerpo sin vida sobre la cama. Volvió su rostro hacia el policía que la cogía fuertemente del brazo y le dijo: "Al final no era más que un hombre. Sólo eso".