miércoles, 26 de agosto de 2015

A mí Disney nunca me engañó


Son muchas las personas que están en contra de las películas Disney y todo lo que ellas representan. Dentro de las numerosas críticas que he podido ver, muchas se centran en el machismo implícito  (o explícito, para algunos) en sus historias y defienden fervorosamente lo perjudiciales que pueden resultar para la educación de los niños. Supongo que no han captado el mensaje.

Dejando a un lado los cortometrajes de Mickey, Donald y compañía o del poco conocido en España "Oswaldo el conejo afortunado", me gustaría centrarme en los largometrajes y, en particular, en el primero de esta compañía: Blancanieves. Vale, rompamos una lanza a favor de los críticos y califiquemos la historia como un poco machista con una protagonista que realiza las labores de casa, una madastra envidiosa de su belleza y un príncipe que la salva con un beso. Sin embargo, no olvidemos que se trata de una película de 1938 y que las de la época que no eran animadas, tampoco se caracterizaban por dar papeles a las mujeres muy diferentes del de nuestra princesa. No obstante, no podemos olvidar que hay más en esa historia. Parece que los detractores obviaron la piedad que mostró el cazador encargado de dar muerte a Blancanieves o la existencia de unos enanos marginados que acogieron a una desconocida y la ayudaron en todo lo posible.

Si hay una crítica que haría a Disney es su crueldad, pero también podría ser un argumento a favor de los que no quieren que sus hijos crezcan en un mundo de fantasía y felicidad donde no hay problemas. El Rey León nos muestra el sufrimiento de un hijo que se cree culpable de la muerte de su padre, en una gran adaptación de la obra Macbeth (tal vez deberíamos enfadarnos también con William Shakespeare); Buscando a Nemo recurre otra vez a la muerte de la madre del protagonista (como en Bambi, la Cenicienta...), que además tiene que lidiar con una minusvalía para poder sobrevivir en el mar; Up hace el mejor resumen de amor y sufrimiento que he visto nunca en los cinco primeros minutos de la película... Y así podría seguir con cada una de las historias que he visto reflejadas en la pantalla, porque todas tienen esa gota de realidad que te pone los pies en la tierra dentro del amor y la magia Disney.

Desde 1938 han pasado muchos años, la sociedad ha cambiado enormemente y Disney con ella. Tenemos a las tradicionales princesas protagonistas de La Bella Durmiente, Cenicienta, La Sirenita... Nuevamente, hago incapié en cada una de ellas son algo más que una cara bonita, ya que se enfrentaron con sus enemigas y lucharon por el amor, cosa que no creo que implique ningún tipo de machismo, aunque a los críticos se les llena la boca con esta palabra y la mano al escribirla, mientras que yo esbozo una sonrisa porque no se han enterado de qué va la película y nunca mejor dicho. ¿Y si hablamos de Pocahontas que se enfrentó a su tribu porque creía que los colonos no eran tan malos? ¿O Mulán, que fue a la guerra para evitar que lo hiciera su padre y se convirtió en una heroína? Eso si dejamos a un lado la reciente Brave con más coraje que muchos hombres o la existosa Frozen donde la guapa protagonista no sólo puede ser reina en exclusiva de su reino sino que es salvada por el amor de su hermana, nada de príncipes estupendos.

Y podría seguir así hasta la saciedad, pero no quiero cansar ni aburrir. Sólo sé que no me considero una mujer machista ni que Disney haya influido en mí de forma negativa, más bien todo lo contrario, porque me ha enseñado a luchar por lo que quiero, ya sea el amor, el trabajo o combatir en cualquier guerra que se presente. Así que ojalá que perdure en el tiempo y siga haciendo esas estupendas películas que pondré a mis hijos para que reciban parte de la educación que yo tuve y, a las malas, recurriré a las cintas de vídeo de mi infancia.

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