miércoles, 23 de febrero de 2011

Devuélveme todo lo que te has llevado

Aún podía sentir los surcos de las lágrimas sobre su piel. Tenía la misma sensación que un niño después de una barraquera cuando no recuerda por qué estaba llorando. No iba a lavarse la cara, al igual que el soldado no limpia los restos de sangre de su ropa para recordar lo ganado en la batalla y todo lo que ha perdido.

Se acercó lentamente a la mesa y observó los despojos de la noche anterior. La botella volcada había empapado todos los papeles. Cogió con cuidado uno de ellos porque temía que se deshiciera. Entre las palabras emborronadas pudo leer: "Mis lágrimas no saben a nada, porque hasta la sal de mi cuerpo te has llevado". Esbozó una media sonrisa, mezcla de tristeza y alegría.

Comenzó a mover sus dedos, mientras el papel se desmenuzaba y llovían pedacitos blancos que caían al suelo. Había decidido poner fin al luto que ella misma se había impuesto.

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