Sus ojos se arrasaron en lágrimas y bajó la mirada mientras cometía el error de suplicarle que la amara: "Dime que me quieres y lo dejaré todo por ti. Todo". Él no contestó porque ni si quiera sabía lo que sentía por ella. Puede que la quisiera, pero ¿la amaba? Aceptar su oferta era demasiado arriesgado. No podría soportar que lo perdiera todo por él. Así que agachó la cabeza en el momento preciso en el que la primera lágrima comenzó a deslizarse por la mejilla de ella.
Pasaron unos segundos o unos minutos que parecieron décadas sin que ninguno dijera nada, mientras un pensamiento revoloteaba entre ellos como si de una polilla se tratase. Esa idea que ambos sabían que era inevitable, pero no podían aceptar del todo. De pronto, se posó en los labios de ella y de su boca salió ese esperado: "Se acabó".