miércoles, 20 de julio de 2011

Palabras para la posteridad

Báilame el agua.
Úntame de amor y otras fragancias de su jardín secreto.
Riégame de especias que dejen mi vida impregnada de tu olor.
Sácame de quicio.
Llévame a pasear atado con una correa que apriete demasiado.
Hazme sufrir.
Aviva las ascuas.
Ponme a secar como un trapo mojado.
No desates las cuerdas hasta que sea tarde.
Sírveme un vaso de agua ardiente y bendita que me queme por dentro, que no sea tuya ni mía, que sea de todos.
Líbrame de mi estigma.
Llámame tonto.
Sacrifica tu aureola.
Perdóname.
Olvida todo lo que haya podido decir hasta ahora.
No me arrastres.
No me asustes.
Vete lejos.
Pero no sueltes mi mano.
Empecemos de nuevo.
Sangra mi labio con sanguijuelas de colores.
Fuma un cigarro para mí.
Traga el humo.
Arréglalo y que no vuelva a estropearse.
Échalo fuera.
Crúzate conmigo en una autopista a cien por hora.
Sueña retorcido.
Sueña feliz, que yo me encargaré de tus enemigos.
Dame la llave de tus oídos.
Toca mis ojos abiertos.
Nota la textura del calor.
Hasta reventar.
Sé yo mismo y no te arrepentirás.
¿Por cuánto te vendes? Regálame a tus ídolos.
Yo te enviaré a los míos.
Píllate los dedos.
Los lameré hasta que no sepan a miel.Hasta que no dejen de ser miel.
Sal, niega todo y después vuelve
Te invito a un café.
Caliente claro.
Y sin azucar. Sin aliento.

Daniel Valdés

viernes, 1 de julio de 2011

Almas gemelas

Afrodita contemplaba su obra y se sentía satisfecha del amor que había conseguido crear entre las distintas parejas que paseaban alegres de la mano. Sus risas llenaban el aire y todo parecía demasiado perfecto para ser verdad. Pero no todos eran felices.

Hades creía enloquecer cada vez que escuchaba los absurdos suspiros de amor que parecían llegar de todas partes. Él, que jamás sería amado de verdad porque ninguna diosa querría morar en su inframundo, odiaba el amor y todo lo que éste representaba. Decidió salir a pasear y mató a todas las parejas felices que encontró a su paso. Partió sus corazones en dos para que nunca más pudiera el amor habitar en ellos.

La sangre derramada llegó hasta los pies de Afrodita, que sólo tuvo que seguir el rastro hasta descubrir la tragedia. Acudió desesperada y llorosa a Zeus para que arreglara el desastre que Hades había provocado. Él no supo qué hacer, pero prometió que lo averiguaría.

Trabajó día y noche entre las nubes de su reino, con incesantes rayos que demostraban su enfado hacia su hermano. Por fin terminó su obra y salió en busca de Afrodita, que lloraba en silencio junto a los cuerpos sin vida. Zeus le entregó una caja llena de corazones más pequeños de lo habitual y le dijo: "Es lo único que he podido hacer. De cada corazón he obtenido dos igualmente perfectos y capaces de funcionar por sí mismo, pero son incompletos. Estarán condenados toda su vida a buscar la otra parte".

Afrodita le besó con suavidad en la mejilla y esbozó una radiante sonrisa. "Gracias. Voy a colocarlos ahora mismo. Acabas de crear una nueva forma de amar". Y se marchó tarareando una canción mientras contemplaba el interior de la caja, sabiendo que acababan de nacer "las almas gemelas".